Las taquilleras del Sistema de Transporte Colectivo Metro - Pasajero7

Las taquilleras del Sistema de Transporte Colectivo Metro

taquilla

El pasado 27 de enero, el jefe de Gobierno de la Ciudad de México anunció que se imprimirían los últimos boletos del Metro y que, a partir del mes de marzo, se dejarían de utilizar para ser reemplazados por la Tarjeta de Movilidad Integrada que ya se está utilizando de forma simultánea. Asimismo, se indicó que el personal de taquillas del sistema continuará en sus puestos de trabajo encargándose de la venta y recarga de las tarjetas.

El cuestionamiento sobre el futuro de las taquilleras parece natural al observar que otros sistemas de transporte, como el Metrobús, carecen de personal para estas actividades; ya que ha sido sustituido por tecnología para realizar recargas con máquinas automatizadas o aplicaciones de teléfonos móviles y que facilitan estas actividades.

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No obstante, el trabajo de taquillera no es fácil, con una percepción mensual bruta de 10,390 pesos, poco mayor al salario mínimo; las taquilleras enfrentan severos riesgos y exigencias, y su proceso de trabajo determina padecimientos de salud física y mental. Las trabajadoras encerradas, solas y aisladas en su cubículo se encontraban totalmente incomunicadas, hasta la llegada de los teléfonos celulares; ya que sólo tienen una línea de comunicación interna, con la cual reciben instrucciones de sus supervisores y en la cual se hace el pase de lista diez minutos después de su hora de entrada. En caso de no estar presente cuando la supervisora pasa lista, se les impondrá un retardo o falta, y con esto una pérdida de estímulos que resulta muy triste y oneroso.

Las taquilleras, no tienen días de descanso fijo, estos van rolando junto con el cambio de estación al cabo de un par de meses. Las sillas altas, en forma de periqueras, son como verdugos para la circulación. Evitan ingerir agua, ya que las taquillas no tienen baño y -dependiendo si la estación es principal o secundaria- el baño estará a mayor o menor distancia, pero nunca cerca; así, atender sus necesidades fisiológicas depende de la autorización del jefe de estación, y de la presencia de un vigilante.

Las taquillas no tienen ventilación y, en muchos casos, al aire denso y seco se adhiere el humo de los autobuses de las terminales, que se filtra por las rendijas. Además, las trabajadoras se enfrentan a malos tratos de los usuarios; algunos intentan realizar fraudes, entregar billetes falsos o de alta denominación; y si la taquillera no tiene cambio o se da cuenta de la estafa, es víctima de quejas e insultos. De esta forma, las enfermedades se vuelven presentes.

Leticia, trabajadora jubilada, y que en los treinta años que trabajó nunca tuvo una falta o un retardo, indica sus padecimientos de salud. Si bien, son difíciles de demostrar como enfermedad profesional, parece haber una fuerte relación con las condiciones antes citadas. Vejiga caída e incontinencia urinaria, por aguantar las ganas de orinar; enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC), aunque nunca fumó y se lo atribuye al humo de los camiones; más de veinte cicatrices en las piernas a consecuencia de una cirugía por trombosis venosa, por la silla; y tratamiento psicológico en el que habla de los usuarios.

Ante esto, no parece irracional el cambio a recargas por medios tecnológicos. En otras partes del mundo como España, por ejemplo, las taquillas fueron clausuradas desde el año 2017. El problema se vuelve de índole social y sindical, ya que son 2124 sustentos. Se debe realizar un plan de sustitución paulatina y de forma muy sensible. Seguramente, las taquilleras que se jubilen no serán sustituidas, mientras que otras deberán ser capacitadas y desplazadas a áreas técnicas para ocupar los cerca de tres mil puestos de trabajo que el dirigente del sindicato demanda; se irán cerrando taquillas por líneas y, poco a poco, esta fuente de empleo desaparecerá.

Nota: El presente trabajo ha sido elaborado en el marco del proyecto UACM CCYT-2023-IMP-14 de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México