Ante ciudades extensas que exigen grandes trayectos para llegar al trabajo o la escuela, con calles cada vez más congestionadas, con un sistema de transporte que no llega a las periferias, y que no garantiza llegar a tiempo, miles de mexicanos han encontrado en la motocicleta una respuesta rápida y accesible a sus necesidades de movilidad. Pero esta solución individual está teniendo un alto costo en materia de seguridad vial, salud, medio ambiente, y está vaciando los autobuses y debilitando el ya de por sí frágil sistema de transporte público del país.
La tendencia no es menor. En los últimos cinco años, México ha experimentado un crecimiento explosivo en su parque vehicular de motocicletas. De acuerdo con el INEGI, en 2023 circulaban 7.78 millones de motos —un salto de más del 13% respecto al año anterior— y todo indica que para finales de 2025 la cifra habrá superado los 8 millones. Y aunque su crecimiento parece imparable, las consecuencias empiezan a sentirse con más fuerza: más siniestros viales, saturación vial, contaminación, y sobre todo, la pérdida de usuarios del transporte público.
Este fenómeno no es global, es solo en zonas y regiones con economías emergentes y tiene que ver con la facilidad de adquirir este tipo de vehículos, con la ausencia de normatividades, restricciones y cuidado que debe tener esta modalidad de transporte motorizado, y al mismo tiempo con la falta de conectividad en el desarrollo urbano de las ciudades. Y tú voltea a ver las ciudades que tienen estas características y se están llenando de motocicletas. La motocicleta como cualquier otro medio de movilidad no es buena o mala, pero requiere equilibrios y cuidados; tener motocicleta en una ciudad tiene sus ventajas, pero tenerlas sin normatividad, sin control y sin personas capacitadas para moverse en un vehículo que representa mayor riesgo si es un tema delicado”, señaló el secretario de Transporte de Jalisco, Diego Monraz Villaseñor.
Del autobús a la moto: un cambio impulsado por la necesidad
El uso de la motocicleta ha dejado de ser exclusivo de quienes las conducen por gusto. Hoy, como lo señalaban ya los expertos, es una herramienta de trabajo, una vía de escape frente al caos urbano y, en muchos casos, la única alternativa viable ante las fallas del transporte público.
En la mayoría de los casos, el perfil de quien opta por una moto suele coincidir con el del usuario habitual del transporte colectivo: trabajadores de sectores informales, estudiantes, jóvenes de zonas periféricas. Para ellos, una moto de entre 18 y 25 mil pesos representa una inversión que se amortiza en ahorro de tiempo y dinero, además pueden pagar en abonos.
“La moto le gana al autobús por rapidez; si me ahorro dinero al no pagar cuatro o seis pasajes al día de 9.50, pero sobre todo, tengo el control de mi tiempo y se que voy a llegar rápido aunque esté el tráfico a todo”, afirma Alan Limon, repartidor de 29 años en Guadalajara, donde el número de motocicletas creció más del 76% entre 2018 y 2023, al pasar de 475 mil a más de 838 mil unidades.
Aunque no podemos hablar de números en concreto, el uso de la moto ha impactado en la demanda de transporte público más en unas ciudades que en otras. La moto como medio de transporte cotidiano es mayormente utilizada por la clase trabajadora de menos ingresos, donde las personas gastan alrededor del 20% de su dinero en transporte y adquirir una moto puede representar el mismo gasto o menos con la ventaja de que se mueven a su ritmo”, refirió Nicolás Rosales Pallares, presidente de la Asociación Mexicana de Transporte y Movilidad (AMTM) .
El uso creciente de motos ha generado una crisis de seguridad vial: tan solo en 2024, en la CDMX, murieron 232 motociclistas y más de 15 mil resultaron lesionados, mientras la falta de regulación agrava el problema.
En los últimos cinco años, el parque vehicular de motocicletas en México creció a más de 7.7 millones de unidades, desplazando a miles de usuarios del transporte público, especialmente en zonas urbanas con servicios deficientes.
Tenemos que recordar que la movilidad es un derecho humano y no podemos prohibir el uso de las motos, lo que tenemos que hacer es que coexistan en la vía pública de una manera ordenada, segura y con registro. Me parece que lo que tenemos que hacer urgentemente es regular el uso de la motocicleta”, destacó el presidente de la Asociación Mexicana de Autoridades de Movilidad (AMAM), Ricardo Serrano Rangel.
Para reforzar esta postura, el titular de la Secretaría de Transporte de Jalisco agregó que, “el uso de la motocicleta ya nos rebasó a las autoridades; no se va a frenar el uso de la misma, así que ahora lo que tenemos que hacer es alcanzarlos, sí o sí y regular este modo de transporte, establecer lineamientos claros e impulsar la cultura vial”.
En el plano ambiental, el panorama tampoco es alentador. Aunque las motos consumen menos combustible su carga contaminante es significativa.
Según el Inventario Nacional de Emisiones, en 2018 las motocicletas representaron:
18% del monóxido de carbono,
15% de los compuestos orgánicos volátiles y
12% del amoníaco emitido por el transporte nacional.
A las personas que se están moviendo en motocicleta no les importa si contaminan, les importa llegar. Si a tí como individuo no te importa la comunidad, si no te importa el medio ambiente, si no te importa tú seguridad y la de tus acompañantes, si no te importa nada más que la accesibilidad, comprate una moto”, lamentó Vicente Torres, director para México y Centroamérica de la Unión Internacional de Transporte Público (UITP).
El golpe al transporte público
Más allá de los números, el auge de las motos está teniendo un efecto estructural: aunque es difícil hablar de porcentajes por el momento, la pandemia de la COVID 19 cambio la forma en que nos movemos, y muchos optaron por la moto, lo que está desmantelando la base de usuarios del transporte público poco a poco.
Y es que muchas de las personas que ahora se mueven en motos lo hacían antes en transporte público. Este vehículo ofrece autonomía, evita aglomeraciones, y en muchos casos, permite llegar a zonas mal conectadas por rutas formales. En ciudades donde los autobuses pasan cada 30 minutos o más, la decisión es casi inevitable.
Nicolás Rosales Pallares expresó: “Yo si considero que es uno de los principales factores que ha “robado” en la demanda de transporte público y no van a regresar; desde la pandemia la gente se mueve de manera distinta, muchos no volvieron al transporte público y encontraron como solución a su necesidad de movilidad las motocicletas. En los últimos 10 años se ha incrementado el uso de la moto en un 200% por la accesibilidad económica que representa, porque ahora también es un medio de trabajo y porque les permite llegar hasta zonas donde el transporte desafortunadamente no llega; sin embargo, con el uso de la moto han llegado también más siniestros viales, contaminación, congestión vial, por lo que urge que se regule”.
Este fenómeno se está dando en muchas ciudades del mundo, el caso de Colombia es ilustrativo. Allí, el número de motos ha superado los 12 millones y representa más del 62% del parque vehicular; en Bogotá, donde se han registrado crecimientos de más del 1,400% en el uso de motos en las últimas dos décadas, la satisfacción con el transporte público ronda apenas el 45%, mientras que quienes usan motocicleta reportan una satisfacción del 88%.
México va por el mismo camino. Según datos del WRI, si no se fortalece el transporte público con inversión, regulación y calidad, el país podría experimentar una caída sostenida en la demanda, reduciendo aún más la viabilidad financiera de los sistemas colectivos.
Movilidad fragmentada
El auge de la motocicleta es síntoma y consecuencia de un sistema de movilidad que no ha sabido responder a las necesidades cotidianas de millones de personas. Mientras el transporte público baja inversión y poca calidad, la motocicleta se convierte en la alternativa lógica para quienes necesitan moverse rápido y barato.
Pero sin regulación, educación y planificación, este crecimiento desbordado puede derivar en una crisis de movilidad más profunda: más muertes, más contaminación y un transporte público cada vez más irrelevante.
México todavía tiene oportunidad de evitarlo. Pero el tiempo corre, y la moto, al menos por ahora, va ganando la carrera.
En nuestras sociedades desafortunadamente hasta que no golpea la crisis llega la solución, somos espacios sociopolíticos donde pocas veces se previene”, lamentó Diego Monraz.