En México, miles de mujeres caminan más, esperan más y transbordan más. Lo hacen no por gusto, sino porque el sistema de transporte público y el diseño de las ciudades no han sido pensados para ellas, ni para las tareas de cuidado que desempeñan a diario. Cuidar a otros es una labor esencial para la sociedad, pero invisible en la planeación urbana. La Movilidad de Cuidado busca precisamente eso: poner en el centro a quienes sostienen la vida.
Este concepto, acuñado en estudios de género y urbanismo, se refiere a los desplazamientos que las personas —mayoritariamente mujeres pero no las únicas— realizan como parte de sus responsabilidades de cuidado. No solo van del hogar al trabajo: también acompañan a sus hijos a la escuela, llevan a sus padres al médico, compran alimentos, realizan trámites, cocinan, limpian, cargan bolsas, carriolas y mochilas. Son trayectos fragmentados, múltiples y exigentes, que rara vez se consideran al diseñar rutas de transporte o rehabilitar una calle.
Hablar de movilidad de cuidado es hablar de un reto, que no es considerada en la planeación de los sistemas de transporte y movilidad de las ciudades; este tema tiene una gran falta de visibilidad por parte de las autoridades, y es básico para poder ofrecer un transporte accesible, eficiente y seguro”, señaló Nicolas Rosales Pallares, presidente de la Asociación Mexicana de Transporte y Movilidad (AMTM).
Por su parte, Víctor Alvarado, especialista en temas de movilidad, transporte y políticas públicas, agregó que, “se reconoce la paridad de género en la función pública, pero aún persisten desigualdades asociadas a los roles de género, especialmente en lo relacionado con las tareas de cuidado. Estas responsabilidades, asignadas históricamente a las mujeres, han limitado su acceso a oportunidades laborales, educativas y de desarrollo personal en condiciones equitativas, sobre todo cuando los horarios y los servicios urbanos no consideran sus necesidades específicas.
El reconocimiento de esta realidad es fundamental, ya que permite visibilizar y discutir una serie de actividades que, al recaer en su mayoría en un solo grupo, han restringido el crecimiento personal y la convivencia equitativa. Incluir esta perspectiva en la planeación urbana y en las políticas de movilidad abre la puerta a implementar acciones concretas como horarios escalonados, esquemas de trabajo flexible o acumulativo (que permitan, por ejemplo, un día adicional de descanso), entre otras medidas que faciliten la conciliación entre el trabajo, la vida personal y los cuidados; aunque hay que aclarar que hay otros grupos que realizan estas tareas como pueden ser los hijos”.
La movilidad de cuidado tiene que ser una prioridad en la planeación urbana. No podemos seguir diseñando ciudades desde una lógica productiva masculina que solo contempla el viaje directo casa-trabajo”, sostuvo quien fuera diputada hasta 2024, Amalia García, una de las principales impulsoras de esta agenda legislativa.
En 2023, el colectivo Ciudad Feminista realizó un mapeo de recorridos en Ciudad de México, donde se evidenció que las mujeres hacen entre 4 y 6 paradas en un solo trayecto, mientras que los hombres hacen solo 2 en promedio. Eso significa que necesitan rutas más interconectadas, espacios seguros, infraestructura peatonal accesible y condiciones para viajar acompañadas.
Son las autoridades quienes deben reconocer las desigualdades estructurales que enfrentan las mujeres, las niñas y las personas cuidadoras que han sido invisibilizadas en el diseño y planeación de los sistemas de transporte; hay una deuda histórica con estos grupos y la verdad es que las autoridades son las que mejor conocen las condiciones específicas del territorio, y los trayectos que se realizan en sus ciudades”, especificó Ulises Estrada, académico de la Universidad de Guadalajara, e integrante del Colegio de Profesionistas de la Movilidad Urbana del Estado de Jalisco A.C. (Comuj).
Incorporar la movilidad de cuidado en el diseño de rutas de transporte, calles y espacios públicos ayuda a cumplir los compromisos internacionales de México para 2030, al garantizar que mujeres, niñas, personas mayores y con discapacidad puedan desplazarse de forma segura, accesible y digna.
La deuda de las ciudades mexicanas
La mayoría de las ciudades en México fueron diseñadas desde un modelo que prioriza la eficiencia económica, no el cuidado. Las calles se hicieron para los coches, no para las personas. Los parques y banquetas han sido descuidados, y los sistemas de transporte ignoran las necesidades de quienes realizan viajes cortos, con múltiples transbordos o en horarios intermedios.
“Si las mujeres no se sienten seguras o si el sistema no responde a sus trayectorias, terminan optando por medios menos eficientes o más costosos, como el automóvil privado o taxis informales, lo cual profundiza la desigualdad”, explicó Claudia García, urbanista y especialista en movilidad y género.
De acuerdo con la última encuesta Origen-Destino del INEGI, el 55% de los viajes urbanos son realizados por mujeres, pero los sistemas de movilidad siguen priorizando recorridos lineales y largos, como si todos los usuarios trabajaran de 9 a 5 en un solo punto.
A ello se suma la inseguridad: 9 de cada 10 mujeres han sentido miedo en el transporte público, según datos del INMUJERES. Este temor se agudiza en trayectos a pie, en zonas mal iluminadas, sin banquetas accesibles ni señalización adecuada. Para muchas mujeres, cada día es una coreografía riesgosa entre lo público y lo privado.
Casos de éxito: ciudades que cuidan
Aunque en México el avance es lento, otras ciudades del mundo han comenzado a incorporar el enfoque de cuidado en su planeación urbana.
Barcelona, por ejemplo, lanzó en 2020 su Estrategia de Urbanismo con Perspectiva de Género, donde prioriza rutas escolares seguras, mobiliario urbano para el descanso, calles peatonales amplias y mejor conectividad entre barrios. Las llamadas “supermanzanas” no solo reducen el tráfico, sino que mejoran las condiciones para caminar con niños o adultos mayores.
Bogotá, en Colombia, implementó el programa Ciclovías del cuidado, rutas seguras para mujeres que usan bicicleta en trayectos cotidianos, con estaciones de descanso, puntos de hidratación y módulos de atención en caso de violencia o acoso.
“Lo que distingue a estas iniciativas es que parten del reconocimiento de que cuidar también es un trabajo, uno que implica moverse, cargar, acompañar, y eso debe reflejarse en el diseño urbano”, apunta Ana Falú, arquitecta argentina y referente internacional en urbanismo feminista.
¿Y en México?
Algunas iniciativas en México han comenzado a abrir camino. En la Ciudad de México, el proyecto Senderos Seguros para Mujeres busca garantizar entornos libres de violencia alrededor de estaciones de transporte público. Sin embargo, estos esfuerzos aún son aislados. Mientras que en Aguascalientes, colectivos ciudadanos han exigido que el rediseño de rutas de transporte considere las zonas donde hay escuelas, centros de salud y mercados.
Pero falta una estrategia nacional clara. La Ley General de Movilidad y Seguridad Vial, aprobada en 2022, menciona el derecho a la movilidad con equidad, pero aún no obliga a los gobiernos a incorporar de manera explícita el enfoque de cuidados.
“Se necesita ir más allá del discurso y pasar a la inversión pública. Recuperar banquetas, alumbrado, parques y rutas de transporte con esta lógica. Las ciudades pueden diseñarse para el cuidado, o seguir siendo hostiles para quienes lo realizan”, advierte Lucía Pérez, consultora en políticas urbanas.
Respaldado por la agenda internacional
Aunque el término movilidad de cuidado aún no aparece de forma explícita en los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de la ONU, sí se encuentra en el corazón de varios de ellos. Esta agenda global para 2030 establece compromisos que obligan a los países a garantizar una movilidad más equitativa, segura e inclusiva.
El ODS 5, sobre igualdad de género, plantea la necesidad de reconocer y valorar los cuidados no remunerados a través de servicios públicos y políticas adecuadas. El ODS 11, sobre ciudades y comunidades sostenibles, llama a proporcionar acceso a sistemas de transporte seguros, asequibles, accesibles y sostenibles para todos, con atención especial a personas en situación vulnerable, incluidas mujeres, niños, personas con discapacidad y adultos mayores. El ODS 10, que busca reducir desigualdades, también es clave para entender cómo la exclusión de las mujeres en la planeación de las ciudades perpetúa brechas históricas.
Integrar la movilidad de cuidado a la agenda pública en México no solo responde a un reclamo social cada vez más presente, sino que es un paso necesario para cumplir con los compromisos internacionales asumidos por el país.
Aunque la ONU no menciona explícitamente el término movilidad de cuidado en los ODS, este concepto está alineado con metas clave como el ODS 5 (igualdad de género), ODS 10 (reducción de desigualdades) y ODS 11 (ciudades sostenibles e inclusivas), que promueven el acceso equitativo a la movilidad y el reconocimiento del trabajo de cuidados.
“La forma en que se diseña el espacio público y las opciones de movilidad disponibles en las ciudades (tanto en las zonas centrales como en la periferia) impacta a toda la población, pero tiene efectos particularmente críticos en quienes realizan actividades de cuidado. Aspectos como la accesibilidad, la seguridad vial, la seguridad pública y, sobre todo, la asequibilidad, son determinantes para las personas que deben desplazarse de manera cotidiana con fines de cuidado, especialmente en contextos metropolitanos.
Por ejemplo, quienes se trasladan desde un municipio del Estado de México hasta la zona de hospitales en la Ciudad de México enfrentan barreras adicionales. En estos casos, no se trata únicamente de un problema de periferia, sino de una fragmentación institucional: dos administraciones públicas con prioridades distintas atienden el mismo trayecto sin una visión coordinada. Esto se traduce en viajes incómodos, inseguros y con escasa certidumbre para quienes cuidan”, detalló Víctor Alvarado.
Hacia una política nacional del cuidado
En los últimos años, la agenda del cuidado ha ganado espacio en el debate público. El Sistema Nacional de Cuidados que promueve el Gobierno Federal busca garantizar derechos para quienes cuidan, pero aún falta que se articule con la movilidad.
Diputadas federales han impulsado una reforma a la Ley General de Movilidad y Seguridad Vial para que se reconozca la Movilidad de Cuidado como un criterio obligatorio en la planeación del transporte público.
Desde la academia, organizaciones como El Colegio de México y el Instituto Mora han generado conocimiento clave para fundamentar políticas públicas. El reto ahora es convertir esas ideas en transformaciones tangibles en la calle.
El cuidado como eje de futuro
La movilidad no solo es un tema de eficiencia o infraestructura. Es una forma de justicia. Cuando se piensa desde el cuidado, se reconoce que no todas las personas tienen las mismas condiciones para desplazarse, y que muchas sostienen con su trabajo no remunerado la vida de otros.
Para construir ciudades justas, accesibles y sostenibles, la movilidad de cuidado debe ser un eje, no una nota al pie. Planear rutas de transporte o rediseñar banquetas sin esta perspectiva es perpetuar la exclusión de quienes más las necesitan.
Como dijo la urbanista Jane Jacobs: “Las ciudades tienen la capacidad de ofrecer algo para todos solo cuando son creadas por todos”. Incorporar el cuidado es comenzar a ver lo que antes se ignoraba.