Escrito por: Parménides Canseco / Director de Operaciones para RedPlanners
Desde hace dos décadas, varias ciudades mexicanas han comenzado a planear su movilidad con una visión más integral, basada en diagnósticos técnicos y estrategias de largo plazo. Los Planes Integrales de Movilidad Urbana Sustentable (PIMUS) han sido clave en ese proceso. Permiten entender cómo se mueven las personas, valorar problemas y proponer soluciones para una movilidad más eficiente, accesible y segura.
Algunos surgieron a partir del PROTRAM, como requisito para acceder a financiamiento federal para proyectos de transporte público. Otros se desarrollaron con apoyo de la banca multilateral, agencias de cooperación o incluso con recursos locales. Lo importante es que estos planes han abierto la puerta a una planeación más técnica y estructurada. Sin ellos, sería aún más difícil priorizar proyectos, atender necesidades urgentes o cumplir con las agendas de sustentabilidad.
Aun así, los resultados han sido mixtos. La mayoría de las ciudades continúa enfrentando altos niveles de motorización, siniestros de tránsito, emisiones contaminantes y una expansión urbana poco coordinada. Entonces, ¿qué está faltando para que los PIMUS generen cambios más visibles?
Los Planes Integrales de Movilidad Urbana Sustentable (PIMUS) son esenciales para planear una movilidad más eficiente, segura y sostenible, pero su impacto ha sido limitado por la falta de alineación con los planes de desarrollo urbano, escasez de información continua y dificultades para ejecutar sus propuestas a largo plazo.
¿Dónde están los principales retos?
Uno de los principales desafíos es la relación entre los PIMUS y los planes de desarrollo urbano. Aunque deberían ser complementarios, en la práctica responden a marcos normativos distintos y se desarrollan desde diferentes niveles de gobierno: el desarrollo urbano desde lo municipal; el transporte, desde lo estatal. Esta separación complica su alineación. Los planes de movilidad suelen llegar después y muchas veces carecen de carácter normativo, por lo que terminan adaptándose a una ciudad ya definida, con poca capacidad de incidir en su transformación.
Esto no es un error, sino una condición estructural: las ciudades ya están construidas y cambian constantemente. Por eso, el reto no es que la movilidad estructure la ciudad desde cero, sino encontrar formas para que ambas dimensiones se ajusten mutuamente. Los PIMUS pueden ser una guía útil para orientar esa transición, siempre que se mantengan actualizados y bien conectados con otras políticas públicas.
Esta desconexión también afecta la viabilidad de muchos proyectos. Los PIMUS suelen proponer transformaciones de gran escala —reconfiguración de rutas, redes de ciclovías, sistemas integrados— que requieren tiempo, coordinación y recursos. Aunque estas propuestas son necesarias, llevarlas a la práctica implica lidiar con presupuestos limitados, prioridades políticas cambiantes y restricciones técnicas. Por eso es fundamental avanzar de forma progresiva, priorizando intervenciones viables y adecuadas a las capacidades locales.
Otro obstáculo importante es la falta de información continua. Muchos planes se basan en datos levantados en periodos muy específicos y con recursos limitados. Esto puede generar sesgos en el diagnóstico, especialmente si las condiciones cambian rápidamente, como ocurrió durante la pandemia. Además, sin datos sistemáticos y comparables a lo largo del tiempo, se vuelve difícil monitorear avances, evaluar impactos o ajustar estrategias.
Y justamente, las ciudades cambian constantemente: nuevos desarrollos, cambios de uso de suelo, nuevas vialidades o dinámicas económicas pueden alterar los patrones de movilidad en poco tiempo. La movilidad no es estática, y los planes tampoco deberían serlo. Los PIMUS necesitan actualizarse periódicamente para seguir siendo útiles, pertinentes y efectivos.
¿Cómo podemos hacer que los PIMUS funcionen mejor?
No se trata de dejar de hacer PIMUS, sino de repensar su diseño y su uso. Aquí algunas ideas:
- Hacer compatibles la planeación urbana y la de movilidad. Más que buscar una integración completa —poco viable bajo el marco institucional actual—, el objetivo debe ser hacerlas compatibles. Una opción es definir lineamientos estatales o metropolitanos que aseguren coherencia mínima entre los planes de desarrollo urbano y los de movilidad. Otra alternativa es impulsar espacios de colaboración, como consejos técnicos o comités metropolitanos, que faciliten el diálogo entre actores municipales y estatales. No se requiere una fusión normativa, sino herramientas que fomenten la coordinación práctica entre ambos ámbitos.
- Hacer planes estratégicos, pero también ejecutivos. Es válido que los PIMUS tengan una visión de largo plazo: son necesarios para orientar inversiones grandes y transformar las redes de transporte. Pero esa visión debe complementarse con programas de corto y mediano plazo, alineados con presupuestos locales o agendas de gobierno. Esto permite avanzar paso a paso, con intervenciones realistas, sin perder de vista el rumbo estratégico.
- Generar información útil, continua y local. Una de las mejores apuestas es fortalecer la generación de datos desde el ámbito estatal y municipal. Herramientas como aforos vehiculares, estudios origen-destino o conteos de ciclistas no solo sirven para la movilidad, sino también para el desarrollo urbano, el medio ambiente o la protección civil.
- Generar datos solo para un plan es útil, pero hacerlo de forma sistemática y con metodología homogénea mejora su valor y permite monitorear la evolución de la ciudad en el tiempo. Además, reduce costos, mejora la calidad de los diagnósticos y facilita el seguimiento de acciones.
- Consolidar un marco común nacional. Para fortalecer todos estos esfuerzos, el país necesita avanzar hacia un marco mínimo nacional para los PIMUS. No se trata de imponer una estructura única, sino de definir criterios y contenidos básicos que garanticen calidad técnica, comparabilidad y trazabilidad. Esto facilitaría, además, la construcción de un Observatorio Nacional de Movilidad, alimentado por datos locales, que permita dar seguimiento a los avances, compartir buenas prácticas y orientar mejor las decisiones públicas.
Este marco común también puede ser una forma de apoyar a los municipios con menos capacidades, reduciendo brechas técnicas y facilitando su acceso a herramientas de planeación.
Para mejorar su efectividad, es necesario actualizar periódicamente los PIMUS, fortalecer la coordinación entre niveles de gobierno, generar datos locales sistemáticos y establecer un marco nacional que garantice calidad técnica y facilite la toma de decisiones.
Una visión realista, ambiciosa y posible
Los planes de movilidad urbana sustentable son fundamentales para mejorar la calidad de vida en las ciudades. No resuelven todos los problemas, pero sí permiten ordenar el crecimiento, reducir desigualdades, disminuir el impacto ambiental y hacer más eficiente el desplazamiento de personas y mercancías.
El reto no es abandonar estos planes, sino reforzarlos: hacerlos más útiles, más aplicables y más integrados a las realidades locales. Apostar por su actualización periódica, su institucionalización y su uso estratégico es una condición necesaria para transformar la movilidad en México.
Porque si planear ya es complejo, hacerlo sin información, sin prioridades claras o sin una visión común lo es aún más. Bien diseñados y bien utilizados, los PIMUS pueden ser una de las herramientas más valiosas para construir mejores ciudades.