El 1 de octubre, Claudia Sheinbaum asumirá la presidencia de México, prometiendo transformaciones significativas en el transporte y la movilidad bajo su plan “República Conectada”. Sus propuestas pintan un futuro donde la movilidad urbana es más inclusiva y sostenible. Sin embargo, mientras que la visión es prometedora, existen retos y dudas críticas que no se deben ignorar.
Las promesas de mejorar el transporte público y priorizar al peatón, los ciclistas y otros medios no motorizados sobre el automóvil privado son alentadoras en un contexto urbano mexicano plagado por el caos vehicular y una infraestructura que favorece desproporcionadamente al automóvil. La expansión del Metro y los sistemas BRT, así como la adopción de la electromovilidad, son pasos necesarios, pero no son suficientes por sí solos para remediar décadas de políticas inadecuadas.
El compromiso con la seguridad vial también es crucial, dado el alarmante número de accidentes de tránsito en el país. No obstante, la propuesta de Sheinbaum de instalar más tecnología y lanzar campañas de concienciación debe ir acompañada de un enfoque más fuerte en la educación vial y en la reforma de las leyes de tránsito, que frecuentemente no se aplican de manera efectiva.
La renovación de la flota de transporte público es otro punto destacado de su agenda. Aunque la idea de modernizar vehículos obsoletos es bienvenida, es imprescindible ver la armonización de estas iniciativas con la implementación de la Política Nacional de Transporte Público, su financiamiento y sobre todo garantizar que no sea solo una renovación superficial, sino una mejora real en la calidad del servicio.
En cuanto a la infraestructura a gran escala, como la expansión de la red de carreteras y la revitalización del sistema ferroviario, los proyectos propuestos son ambiciosos y podrían mejorar considerablemente la conectividad dentro del país. Sin embargo, estas iniciativas requieren no solo grandes inversiones, sino también una ejecución que históricamente ha sido susceptible a retrasos y corrupción. La falta de detalles sobre cómo Sheinbaum planea asegurar la transparencia y la eficiencia en estos proyectos es una omisión notable.
Las políticas de movilidad de Claudia Sheinbaum presentan una visión audaz y potencialmente transformadora para el futuro del transporte en México. Con todo, el verdadero desafío no será solo la implementación de estas políticas, sino también asegurar que se realicen de manera sostenible y equitativa, evitando los errores del pasado y garantizando que los recursos se utilicen de manera efectiva para beneficiar realmente a todos los mexicanos. Esto requerirá un nivel de vigilancia y participación ciudadana como nunca antes hemos visto en la política de transporte del país.