En estos días pasados de campañas, llama la atención al revisar las propuestas que se hacen, la tendencia a ver la continuidad de las acciones de transporte y movilidad emprendidas desde finales del pasado milenio y no atender planteamientos hacia lo que pintan las necesidades del futuro.
Percibo en las propuestas el mantenimiento de conceptos, si bien reales y tangibles, la falta de atención a las futuras estrategias que ya se ven venir. Creo que es el momento que nuestros jóvenes planteen el futuro que ven y que quieren elaborar. Nuestras universidades deben ir un paso adelante en todo ello y no solo repetir o dar continuidad al futuro que fue planteado hace treinta años.
Es fundamental que se atienda el nuevo mundo de la movilidad que evolucionará en los próximos veinte años. A la par se debe motivar a las nuevas generaciones a aportar ideas, visiones y sueños a partir de la curiosidad de analizar y experimentar nuevos conocimientos, tecnologías y estrategias; ser creativos y capaces de imaginar un futuro mejor y diferente al que enfrentan hoy en día, sabiendo que deben insistir en sus ideales, pero con la astucia de sumar una nueva concepción de la movilidad.
Finalmente, los planteamientos, deben abocarse a ser sencillos y entendibles a los diferentes grupos de interés; el mundo de la movilidad no es tan complejo como algunos lo quieren hacer ver.
En este orden de ideas, aun con algunos años a cuestas, me atrevo a visualizar ciertos aspectos del mundo de la movilidad en México en unos veinte años. No solo la mejora de la oferta y la atención a la demanda, sino cambios que la evolución tecnológica traerá consigo.
Un primer gran cambio será el de mentalidad, en cuanto a los requerimientos con el medio ambiente, con la tecnología, con el entorno urbano y social, con el concepto de servicio y su costo, o el concepto de tiempo y velocidad, así como también con el mantenimiento y conservación.
Se debe empezar a contemplar los cambios en nuestras normatividades y leyes con la entrada de, por ejemplo, los vehículos autónomos o la inteligencia artificial. Esto llevará a considerar modificaciones en nuestra infraestructura actual, nuestros espacios de circulación y los tiempos de recorrido.
Los aspectos de seguridad deben considerarse y analizar la velocidad de evolución que experimentaremos de un sistema controlado totalmente por un conductor a un nivel 4 donde no hay conductor alguno al volante. ¿Cómo lograremos asegurar que los accidentes son evitables y cómo se atenderán en caso de ocurrir? En el marco legal hay mucho que trabajar y me parece que poco se ha tratado en nuestro medio.
La interfase de cambio de la situación actual a una concentrada en la inteligencia artificial tendrá muchos retos que enfrentar. Aspectos tales como la semaforización y el señalamiento tendrán que revisarse y generar novedosas formas de control y regulación del tránsito. Así también, los centros de carga deberán ser moldeados a una nueva movilidad y sus repercusiones en el suministro de electricidad suficiente para permitir el paso de un tipo de energía a otro. De igual manera, cuáles serán los impactos en el medio ambiente y en especial a los suelos y fuentes hídricas al momento de desechar baterías, por ejemplo.
Las unidades, si bien ya están visualizadas como eléctricas o bajo otra energía no contaminante, deberán revisarse en cuanto a su contacto con una superficie de rodamiento (rueda-pavimento) o no considerar contacto durante su movimiento. Esto traerá implicaciones que deben resolverse en cuanto al espacio de circulación, a su mantenimiento y a su estacionamiento o utilización en los periodos en que se encuentre vacía la unidad. Con ello, el tema de propiedad de la unidad se vuelve relevante ya que se partiría a una propiedad comunitaria de una propiedad privada.
Con ello, cabe preguntarse si las grandes empresas fabricantes de unidades serán empresas de transporte y no de venta de unidades privadas. Un cambio más, e importante, en el chip del ciudadano.
Cabe preguntarse si ¿los viajes individuales de corta y mediana distancia se realizarán en patinetas, sustituyendo los viajes peatonales? Con ello, ¿estos nuevos espectros de movilidad tenderán a desaparecer al transporte público? Y ante una situación como esta, ¿cuál sería la apuesta de una ciudad a su movilidad? ¿Nos sumamos al cambio o seguimos apostando a lo existente?
El futuro se acerca más rápido de lo que pensamos. Hace menos de un cuarto de siglo se veía con escepticismo el uso de articulados, la apuesta a sistemas tarifarios o GPS o la vuelta al ferrocarril.
Los avances tecnológicos nos empujan a soñar, analizar y prever un nuevo mundo en la movilidad, que pareciera está estancada en el hoy y no atisba el mañana. Les toca a las nuevas generaciones pensar y plantear este mundo que cambia con tanta rapidez.