Hace unos días dio inicio el nuevo sexenio en la CDMX, al frente de la licenciada Clara Marina Brugada Molina. En dos actos públicos por separado, uno en el Congreso de la CDMX, donde tomó protesta, y otro con simpatizantes y vecinos de la ciudad, dio lectura a dos discursos muy similares, en los cuales quedaron asentados sus compromisos de gobierno como jefa de Gobierno. Algunos compromisos son bastante innovadores, y otros continúan con el gobierno anterior.
En lo que respecta a temas de movilidad y transporte, dio seguimiento a lo que prometió en campaña: licencias permanentes, trámites menos burocráticos, cablebús, metrobús, y la creación de andadores peatonales seguros, como el de Tlalpan.
Cabe recordar que, durante su campaña, hubo acercamientos con algunos grupos de taxistas para exponer sus necesidades en la agenda de la hoy gobernante de la gran urbe. A tal grado que hubo actos de campaña con la compañía de estas tribus, todos muy solemnes y con diálogos que daban esperanza a los solicitantes, prometiendo un rescate, mejora y una competencia leal con los servicios de movilidad de moda, es decir, con las aplicaciones de taxi (Uber, Didi, entre otras).
Pero la realidad fue otra. Desde su toma de protesta hasta el día de hoy, no existe pronunciamiento alguno para ese sector. Recordando mi primera participación en este medio informativo, donde mencionaba el “Adiós al oficio del chofer de taxi”, se hacía énfasis en este sector que se desmorona a un ritmo apresurado. Día a día surgen nuevas opciones que cubren las necesidades de movilidad, y, por lo que parece, el equipo de Brugada lo entiende muy bien, y ha tomado la decisión de no perder tiempo en algo que, para el usuario, es compensado y mejorado por otras cadenas de servicio. Aun así, todavía hay ciertas voces que esperan que antes de los 100 días de gobierno se anuncie algo para un sector en decadencia.
Para mejor entendimiento, es importante mencionar estos puntos críticos:
- La tarifa no ha cambiado desde hace una década, por lo que alterar taxímetros se volvió una práctica muy común. Aquí hay que decir que estos instrumentos ya son obsoletos y solo cumplen con la justificación de poder cubrir el gasto elevado de combustible y refacciones.
- Las unidades en muchos casos ya cumplieron su ciclo de vida de 10 años, y el apoyo gubernamental solo ha quedado en promesas, ya que el promedio por año de bonos de sustitución ha sido de 100 a 200; el parque vehicular, ya caduco, es mayor a 12,000 unidades.
- El taxista se perdió ante las aplicaciones y ha optado por ofrecer servicio solo de sitio (esto porque la tarifa es mejor). Sin embargo, casi todo este universo de unidades es clandestino, y está bajo la tutela de líderes, quienes son los que ganan con el cobro de los lugares, sin dejar de mencionar el famoso cobro de piso.
- La imagen de las unidades no da seguridad al usuario. En las nuevas generaciones, el taxi es percibido como el peor de los servicios, y la aplicación “MiTaxi” no sirve para nada. Se han pedido datos de beneficio, pero solo hay un ping-pong entre dependencias.
- A nivel de nota roja, los medios informativos reportan casos de hechos delictivos que hablan del peligro de usar el servicio, con actos como robos, extorsiones y secuestros, circunstancias que se viven en las calles.
- Sustituir una unidad se ha vuelto muy complicado, ya que la norma oficial específica que no todos los modelos en oferta pueden ser adquiridos, debido a que deben contar con frenos ABS, bolsas de aire, cinturones de seguridad y sistema antibloqueo, lo que provocó un alza del 200% sobre la oferta, que fue el vehículo económico como el Tsuru en su momento. Además, se incluye la nueva oferta de híbridos y eléctricos.
- El trámite de documentos se ha vuelto más fácil en el escritorio, pero en lo personal, hay muchos vicios administrativos.
- El taxista se limitó a regiones de trabajo, y cada radio de acción se vuelve menos importante, en gran parte debido a que sus unidades están irregulares, al igual que los operadores.
- Los sitios autorizados son invadidos por particulares, y muchas veces estas unidades son más modernas y no cumplen con los lineamientos, como el de una concesión. Aquí el negocio y crecimiento lo tiene el titular del espacio, ya que el cobro de tarjeta es más importante.
- El aumento del tráfico y la oferta de otros medios de movilidad como la bicicleta, los scooters y motocicletas hacen que este servicio sea precario en tiempo y rapidez.
- Lo más importante es la conexión de la ciudad con sus transportes masivos, que ha cambiado las necesidades de los usuarios, siendo el taxi tradicional el peor ofertante para cubrir dichas necesidades. Esto no debe sorprender, ya que tiene la experiencia de grandes metrópolis a nivel internacional.
Ante estos ejemplos, guste o no, es correcta la decisión del nuevo administrador de no invertir más en algo que está fallando. Aunque, sí será importante dar un rescate y futuro para los operadores y concesionarios, para que puedan subsistir con otras ofertas como la movilidad de barrio o algún oficio que pueda darles de comer, vivienda y vestimenta a ellos y a sus familias.
Podríamos decir que migren a las plataformas, sin embargo, a muchos de ellos les asusta el tema de los impuestos y que se les retenga, ya que son personas que solían obtener beneficios de manera directa.
En fin, proyectos acaban, otros llegan, pero la movilidad se mueve y siempre da sorpresas. Con los nuevos ejes de gobierno de esta Ciudad de México, el taxi ya fue, y se esfuma como un atardecer al llegar el crepúsculo. Debemos ser responsables al aclarar que su exclusión no fue por omisión, simplemente fue inoperante, y no hay posibilidades a corto plazo para cubrir las necesidades de la gran ciudad, y eso pasará para todas las grandes ciudades de nuestro México lindo y querido.
Viva el taxi, aún en su fin.