Coloreando la capital mexicana - Pasajero7

Coloreando la capital mexicana

retrovisor mayo 2016

Los años 50 dieron a la Ciudad de México un transporte urbano en autobús con mayor orden, una estructura nueva y sólida, y un pintoresco retrato de mucho colorido, bullicio y tradición.

A partir de que los permisionarios se fueron consolidadando, llegaron a abarcar literalmente toda la ciudad. Eran la columna vertebral, con un sinnúmero de ramificaciones en la Ciudad de México. Los famosos ‘peseros’ apenas si iniciaban con autos sedanes y con trabajos podían llevar 5 pasajeros, así que no representaban mucho peligro para los ‘todopoderosos’ autobuses”. Así rememora Gabriel Arenas, escritor del blog “Esquina Bajan”, la época permisionaria del transporte urbano en autobús en la capital del país, misma que registró importantes cambios para la década de los 50.

Conforme se iba incrementando la población durante dicho periodo, el autobús fue captando un gran número de usuarios alrededor de los centros urbanos, dando paso a nuevas rutas, mercados y actividades empresariales, pero quizá lo más representativo de la época, fue el desarrollo de empresas concesionarias, un nuevo modelo de institucionalización en aquel entonces.

Según el documento “Cinco siglos de transporte”, publicado por la SETRAVI del Distrito Federal, el 28 de diciembre de 1959 surgió la Unión de Permisionarios de Transporte de Pasajeros en Camiones y Autobuses en el D.F., una institución que agrupaba a los dueños de autobuses y que permitió establecer un control entre los transportistas y reglamentar los sistemas de pago.

La representación del grupo, que hasta entonces había sido patronal sindical, cambió por el modelo gremial empresarial, desapareciendo 92 sindicatos para conformar 20 grupos, seis de ellos con un peso importante, entre estos, La Alianza de Camioneros de México A.C.

De acuerdo con datos del sitio oficial de la Secretaría de Comunicaciones y Transportes, La Alianza de Camioneros de México A. C. surgió en la Ciudad de México, en el año de 1923, y para finales de la década de los 50, la organización había aumentado su participación gremial y su poder, luego de que entonces, su apoderado legal se convirtiera en Jefe del Departamento del Distrito Federal. A ella se integraron todos los sindicatos de permisionarios que prestaban servicio urbano en la capital y más tarde, las líneas foráneas y los grupos de transportistas organizados de las ciudades más importantes de la república.

Con respecto a las unidades que circulaban por la urbe capitalina en esta época del desarrollo de las empresas concesionarias de transporte urbano, la estampa es singular, colorida y diversa, debido a que los transportistas se hacían de autobuses de distintos orígenes, que solo se reconocían en los trayectos por los colores de su ruta.

Gabriel Arenas, relata: “Marcas como Ford, Chevrolet, Dodge, International, Federal, Reo, Diamond, entre otras, circulaban por la ciudad sin mayor uniformidad que los colores de la línea a la que pertenecían y esto a veces al gusto del propietario, porque la cromática variaba de unidad a unidad, ya sea en el diseño y tamaño de sus franjas, como en el tono de sus colores.

“Sus asientos estaban distribuidos a todo lo largo del camión y por lo mismo el pasaje viajaba de lado. Son hasta graciosos los recuerdos de que por la inercia de los cambios de velocidad o de dirección de la unidad, el pasajero se recostaba sobre su vecino o en el asiento, y no tan gracioso que muchas veces salía disparado y caía al piso del camión. Otra característica de casi todos estos modelos, es que contaban con una puerta de emergencia del lado izquierdo, apenas atrás del asiento del chofer”.

No obstante, a mediados de la década, comenzó a observarse mayor orden, luego de que el gobierno capitalino obligó a los permisionarios a que las carrocerías fueran del mismo modelo, independientemente del chasis.

Entonces aparecieron los famosos “chatos”, autobuses pintados de color amarillo crema y con el número de su respectiva ruta, así como los colores de la misma, pero solo representados en algunas franjas en los costados. Se conocían con los nombres de “Delfines” y “Ballenas”.

“Estos camiones tenían el motor en la parte delantera y se convertían en un pequeño horno que afectaba principalmente al chofer, y producían un sonido muy característico que no es fácil describir, tenían ventanillas corredizas de abajo hacia arriba y eran más largos que lo que hasta entonces se conocía. Los recuerdo con chasis marca GMC, pero de la carrocería, ignoro su marca.

“Respecto a sus asientos, no sé si éstos fueron los primeros, pero ya no traían sus bancas largas sino combinadas con varios asientos para dos personas que le permitían al pasaje viajar de frente. Una característica exclusiva de este modelo, era su par de ventilas en forma de media naranja instaladas sobre el toldo, cuyo propósito 

era proporcionar un poco de aire fresco para el usuario. Según la información que tengo, el costo del pasaje en estas unidades era de 40 centavos”, recuerda el bloguero de “Esquina Bajan”.

Llegaron también los “Trompudos”, con el todo blanco, pero el resto pintado de verde, lo cual dio paso a su denominación como “Pistaches”. Estos también se distinguían con número y franjas del color de sus rutas.

LA RUTA 100

Protagonista de este periodo, es sin duda la gestación y desarrollo de la emblemática Ruta 100, adquirida en 1958 por el entonces Departamento del Distrito Federal, para convertirse en el ícono del transporte de pasajeros de la capital mexicana.

Por su amplitud y relevancia, este tema se desarrollará en una entrega exclusiva, dentro de la sección Retrovisor, en nuestra próxima edición.