En un mundo cada vez más poblado y urbanizado,
la movilidad urbana sostenible se ha vuelto un tema crucial
para garantizar ciudades habitables y respetuosas con el medio ambiente.
Mientras la población del Área Metropolitana de Guadalajara (AMG) crezca más rápido que la capacidad de los sistemas de movilidad, seguiremos teniendo un problema que aumenta y amenaza la eficiencia de las vías urbanas. Hoy en día, las vías urbanas y los sistemas de transporte están en déficit en relación con el número de vehículos y habitantes. A este déficit lo conocemos como congestionamiento y deficiente calidad del transporte, provocados por una mala planeación de la movilidad. Los vehículos particulares no caben en las vías urbanas, al igual que las personas en los sistemas de transporte.
Todavía recuerdo cuando leí el primer Plan de Ordenamiento de la Zona Conurbada (POZOC). Todo se refería al crecimiento urbano —grandes áreas de crecimiento habitacional, comercial, industrial y de servicios— y tan solo en media página, con un título en negritas “Transporte público”, hacían referencia a las empresas (Alianza de Camioneros, Servicios y Transportes, y Sistecozome) y a los números de las rutas concesionadas.
El AMG comenzaba a resentir el crecimiento de la motorización y la expansión de los suburbios, lo que nos demandaba mayor tiempo para alcanzar nuestros destinos. Sin embargo, el déficit aún no se manifestaba de manera evidente ni en las vías urbanas ni en los sistemas de transporte. Guadalajara crecía pujante, física y poblacionalmente, alcanzando sus límites de eficiencia. No obstante, estábamos satisfechos con su desarrollo, sin percatarnos de lo que nos esperaba. Como si el destino nos hubiera alcanzado, pero en lugar de galletas verdes, tuvimos que aprender a desplazarnos en medio del congestionamiento y la mala calidad del transporte.
El IIEG registró que entre 2010 y 2020 el AMG creció de 4.2 millones de habitantes a 5.2 millones, lo que representa un incremento del 15.5 %. Con ese crecimiento, no hay presupuesto que cubra, primero, el déficit registrado y,segundo, el servicio a los nuevos tapatíos que se integran a la necesidad de desplazarse.
¿Cómo enfrentar la situación que padece la movilidad del AMG?
Tras analizar esta interrogante, me vino a la mente la necesidad de contar con tres tipos de gobiernos. Primero, un gobierno planificador que determine la situación actual y las necesidades a corto, mediano y largo plazo. Segundo, un gobierno reactivo que saque a la ciudad del déficit en el que se encuentra. Finalmente, un gobierno proactivo que impulse a nuestra AMG hacia el futuro deseado.
Me cuesta trabajo visualizar un gobierno “tres en uno” (planificador, reactivo y proactivo), no por incapacidad planificadora ni constructora, sino por limitaciones económicas y políticas.
Debemos ser conscientes de que los gobiernos, para satisfacer las demandas de movilidad de la urbanización, deben comenzar por determinar los mayores desafíos y definir las soluciones adecuadas. Sabemos que el objetivo de la movilidad urbana es trasladar a las personas de su origen a su destino sin impactos negativos en el congestionamiento y el medio ambiente.
Conocemos la importancia de la movilidad para los tapatíos. Estos demandan desplazamientos seguros, eficientes y confiables para acceder a educación, trabajo, salud, compras y servicios.
También sabemos que la planeación de la movilidad no responde a todas las preguntas, especialmente en lo económico y político. Sin embargo, sí podemos afirmar que la planeación nos permitirá analizar de manera precisa los problemas relacionados con la movilidad de vehículos y el transporte público. El plan debe ser una guía para que los administradores de la movilidad organicen de manera eficiente la convivencia de peatones, vehículos, autobuses, bicicletas y medios de micromovilidad.
El crecimiento del Área Metropolitana de Guadalajara ha superado la capacidad de su infraestructura de movilidad, lo que ha generado congestionamiento y mala calidad en el transporte.
Las consecuencias mencionadas nos llevan a reflexionar sobre la bicicleta como un modo de transporte sustentable. Sin embargo, el AMG es una excepción. Primero, porque sigue creciendo física y poblacionalmente con una tasa de crecimiento mayor al 1.5 % anual. Segundo, porque carece de una infraestructura estable para la movilidad. Si continuamos así, nuestra infraestructura seguirá siendo obsoleta y deficitaria. Es difícil pensar que nuestra ciudad pueda transformarse en lo que fue en el pasado: un “pueblo bicicletero”. En aquel entonces, la población era menor al millón de personas y apenas iniciaba el auge del automóvil.
Hoy se habla mucho de cinco ciudades donde la bicicleta es el principal modo de transporte: Copenhague, Ámsterdam, Utrecht, Amberes y Estrasburgo. Estas ciudades tienen entre 250 mil y 740 mil habitantes, con tasas de crecimiento poblacional muy bajas. Esto les ha permitido invertir en infraestructura para la bicicleta. En cambio, el AMG, con más de 5 millones de habitantes, está lejos de contar con las condiciones físicas, poblacionales y económicas necesarias para replicar ese modelo. Es necesario establecer otras prioridades para alcanzar la eficiencia.
Lo cierto es que las consecuencias mencionadas afectan la competitividad del AMG. Desafortunadamente, los planes de desarrollo no dimensionan los costos de las externalidades, lo que impide conocer los impactos de las acciones en la movilidad. Es fundamental actualizar y cuantificar estos costos y evaluar la eficiencia de las vías para ajustar o redirigir las políticas y acciones que demanda el AMG.
Finalmente, quiero enfatizar que la planeación de la movilidad no debe ser solo una reflexión sobre las necesidades de la ciudad. Debe ser un mecanismo para evitar que sigamos perdiendo competitividad en aspectos ambientales, de salud, económicos y sociales, los cuales reflejan la ineficiencia de nuestro modelo de movilidad.
Hagamos de la planeación de la movilidad el pivote que nos impulse hacia una mejor calidad de vida, recuperando lo mejor de nuestra historia y enfocándonos en el dimensionamiento de las externalidades como una prioridad para lograrlo.
La planificación de la movilidad debe considerar las externalidades ambientales, económicas, sociales y de salud, con estrategias enfocadas en mejorar la infraestructura y la eficiencia del transporte público.