
Escrito por: Gabriela Cobos López Sobreviviente a un siniestro de tránsito
“Nadie debería perder la vida en el camino”
Ese día… 17 de julio de 2023, para mí era un día normal. Lunes, con un poco de flojera, desperté temprano y allá vamos a la rutina del trabajo. Fue un día laboral común, con algunos pendientes, documentos y correos, pero sin faltar el cafecito de la mañana y la plática con mi compañera de trabajo acerca de nuestro fin de semana. Por cierto, le conté que el domingo anduve en bici por una vialidad de mi municipio, El Marqués, Querétaro, y que, como en otras ocasiones, aproveché para grabar videos de cómo estaban borrando poco a poco un espacio de ciclovía que, aunque no estaba confinado, al menos tenía pintura… y ahora nada.
Ese día estaba emocionada porque, junto con mi novio, teníamos una cita para hacernos un tatuaje. Nos tatuaríamos el logo del Giro de Italia. Salí del trabajo apurada por llegar. Al llegar a casa me puse mi “disfraz” favorito, el de ciclista. Tomamos nuestras bicis, casco, lentes, guantes… y a rodar. Planeamos comer fuera de casa, ya cerca de la clínica de tatuajes. Fue ahí cuando nos avisaron del cambio de planes del tatuador y decidimos ir al centro de la ciudad a comer un helado, dar una vuelta y volver a casa.
Ese día, al volver a casa, mi vida cambió en un instante. Al ir en mi bici, un tráiler me atropelló. Solo recuerdo que empezó a cerrarse, sin oportunidad de que yo reaccionara para evitar ser embestida por esa masa de metal de casi 10 toneladas, en comparación con los 15 kilos que pesa mi bicicleta. Recuerdo ver venir lo inevitable y solo pensar: “Ya valí…”. Lancé un grito muy fuerte y enseguida solo escuché un golpe fuertísimo; sentí cómo mi cuerpo, junto con la bici, daba mil vueltas. Creo que, por la impresión y el golpe, me desmayé. Fueron segundos, esos golpes y vueltas, pero a mí me parecieron horas.
Cuando abrí los ojos estaba en el pavimento, sin poder moverme, sin comprender qué había pasado, con mucho dolor y pensando mil cosas trágicas: ¿estaba muerta?, ¿volvería a caminar?, ¿tenía piernas?… Y así fue como me convertí en una sobreviviente de un siniestro de tránsito.
Mi historia es como muchas historias de víctimas de violencia vial que no son contadas o que prefieren no ser escuchadas por muchos, pensando que al no saberlas no existen. Historias en donde la impunidad, la corrupción y la violencia estructural e institucional son el pan de cada día; en donde, para tener acceso a la justicia, requieres tener dinero, influencias y doctorados para poder defenderte, saber qué hacer y cómo hacerlo. En estas historias, la víctima termina siendo revictimizada.
Más del 12% de las personas con discapacidad en México la adquirieron a causa de siniestros viales; por cada persona que muere, dos quedan con discapacidad permanente.
Durante más de dos años he sufrido las fallas de un sistema de salud que no diagnóstica correctamente; de un sistema judicial que lo que menos ofrece es justicia; de una ciudad construida para vehículos motorizados, en donde la movilidad activa (personas peatonas, con limitaciones en la movilidad y ciclistas) somos los olvidados: esos que vamos primeros en la jerarquía de movilidad, pero últimos en el ejercicio presupuestal y en el derecho constitucional para transitar nuestras calles. La indolencia y la omisión de las autoridades en dotar infraestructura segura son una constante.
Estoy aprendiendo a vivir con dolor crónico, con enojo al ver que la atención integral a las víctimas no es una realidad; a transitar por el daño físico, emocional, psicológico y social como parte de las consecuencias de la falta de garantías para ejercer nuestro derecho a la movilidad en condiciones de seguridad.
Queremos ciudades para vivir, no para “sobrevivir”; calles con las condiciones (infraestructura) para no morir. Los siniestros viales causan mucho dolor a quienes pierden un familiar o quedan con alguna discapacidad.
Cada año, 1.2 millones de personas mueren en hechos de tráfico en el mundo, y entre 30 y 50 millones resultan heridas. Detrás de cada cifra hay familias, historias y sueños interrumpidos.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) estima que entre 20 y 50 millones de personas sufren lesiones no fatales cada año, de las cuales un porcentaje se traduce en discapacidad permanente.
Los siniestros de tránsito son la tercera causa de muerte y discapacidad a nivel mundial.
En 2023 se registraron 381,048 siniestros viales en México, con 16,772 personas fallecidas, siendo los siniestros de tránsito la principal causa de muerte entre jóvenes de 15 a 29 años.
Según estudios, más del 12% de las personas con discapacidad en México la adquirieron a causa de siniestros viales.
Anualmente, por cada persona que fallece, hay dos que quedan con alguna discapacidad permanente.
Para 2021, se calculó que cada hora, en promedio, cuatro mexicanos morían y ocho más adquirían una discapacidad por accidentes viales (INEGI).
Este Día Mundial en Recuerdo de las Víctimas de Siniestros Viales, honramos la memoria de quienes ya no están y recordamos que la seguridad vial es responsabilidad de todas y todos.
Conducir con respeto, usar cinturón de seguridad, no usar el celular y respetar los límites de velocidad puede salvar vidas.
No son números. Son personas.
                                                                    
































