La trastienda del volante: ergonomía y realidad laboral de los conductores de microbús en la Ciudad de México - Pasajero7

La trastienda del volante: ergonomía y realidad laboral de los conductores de microbús en la Ciudad de México

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En el caos de la Ciudad de México, un elemento esencial al que no se le reconoce su importancia en el transporte público son los conductores de microbús. Cada día, los usuarios confían su movilidad a estos trabajadores, que no solo deben mover personas de un lugar a otro, sino también lidiar con una rutina llena de inconvenientes, peligros y condiciones laborales difíciles. Lejos de ser solo operadores de autos, ellos forman parte de una realidad complicada donde se entrelazan factores físicos, sociales y económicos que afectan su salud y su vida diaria.

El estudio llamado “Ergonomía y condiciones de trabajo de los conductores de microbús en la Ciudad de México” ayuda a comprender las condiciones laborales y el contexto de este grupo, con un enfoque claro y accesible. Usando una combinación de métodos —una encuesta sobre las condiciones laborales y de salud, y la aplicación del método EWA, por sus siglas en inglés de Análisis Ergonómico del Puesto de Trabajo— se pudieron describir las demandas físicas y mentales que enfrentan los conductores de microbús, mostrando patrones en el trabajo y en la salud que deben ser considerados para el diseño de nuevas políticas públicas sobre movilidad.

Primero, el colectivo laboral de los conductores tiene una constante: la mayor parte son hombres entre 30 y 60 años, que trabajan más de 10 horas por día. Esta situación se vuelve clave para el cansancio físico, la aparición de problemas en músculos y huesos, dificultades con el sueño, estrés prolongado y una percepción errónea del peligro. Muchos encuestados no tienen contratos formales ni beneficios sociales; su ingreso depende de cuántos pasajes recolectan, lo que les obliga a alargar sus jornadas y les quita tiempo para descansar.

Los conductores de microbús enfrentan condiciones laborales y ergonómicas críticas que afectan su salud, seguridad y bienestar, debido a largas jornadas, falta de contratos formales y exigencias físicas y mentales del trabajo. 

Uno de los hallazgos más preocupantes del estudio se refiere a la diferencia entre cómo los conductores perciben su ambiente de trabajo y lo que muestran los datos. Mientras un 72% de los trabajadores consideró que su lugar de trabajo era “bueno” o “muy bueno”, los datos indicaron que al menos cuatro de las catorce categorías revisadas —como la postura, los ruidos, la temperatura y la carga de trabajo— se encuentran en niveles críticos que podrían causar enfermedades laborales a mediano o largo plazo. Esto evidencia una falta grave de conocimiento sobre riesgos laborales, derivada tanto de la ausencia de formación como de una normalización del dolor.

Además, el estudio mostró que aspectos como el lugar de trabajo, la actividad física, los riesgos de accidentes y la necesidad de atención y enfoque afectan negativamente el bienestar del conductor. En muchos casos, el diseño del asiento, la posición del volante, la ubicación de los pedales y la visibilidad del entorno no siguen reglas básicas de ergonomía, obligando al conductor a adoptar posturas incómodas durante horas, todos los días. También hay ruidos altos, temperaturas extremas, mala iluminación y un alto nivel de estrés, agravados por la congestión vehicular y la presión para mantener el vehículo en constante movimiento.

Un aspecto poco abordado pero importante es el lado simbólico y social del trabajo de conductor. La imagen social del conductor de microbús muchas veces se asocia con rudeza, desorden y el rompimiento de las reglas. Este estigma no solo afecta su autoestima y relaciones sociales, sino que también contribuye a su exclusión en los debates sobre calidad del transporte y mejora de condiciones laborales. El estudio recoge esta dimensión al notar que, detrás de cada conductor, existe una red de significados y valores que merecen ser escuchados y considerados en la formulación de políticas para la movilidad de la ciudad.

Asimismo, un hallazgo clave es la relación directa entre las condiciones de trabajo y las externalidades urbanas. La gran oferta de unidades en la ciudad, junto con la competencia entre rutas y la falta de regulación adecuada, crea un ambiente donde el ingreso del conductor depende directamente del número de pasajeros que consigue. Esta situación fomenta prácticas como el exceso de velocidad, la evasión de normas de tráfico y la agresividad al conducir, que tienen un impacto serio en la seguridad vial. No se trata solo de una “mala actitud” del conductor, sino de una respuesta estructural a un sistema laboral que no les brinda alternativas viables para garantizar su subsistencia.

En este contexto, es fundamental repensar el transporte público desde un enfoque integral que escuche a quienes lo manejan. Mejorar las condiciones ergonómicas de los microbuses, formalizar contratos de trabajo, asegurar acceso a servicios médicos, implementar descansos activos, planes para evitar el estrés y ofrecer formación continua son acciones urgentes y necesarias. El costo de no hacerlo es alto, no solo para los trabajadores, sino también para la ciudad entera, que ve cómo empeora la calidad del servicio, aumentan los accidentes y se mantiene una lógica de exclusión social.

La mejora del transporte público requiere un enfoque integral que considere la voz de los conductores, sus necesidades y la relación entre sus condiciones laborales y la seguridad vial, para generar ciudades más humanas, seguras y eficientes. 

Esta investigación nos invita a preguntarnos: ¿qué ciudad queremos construir y quiénes son las personas clave en ese cambio? Pensar en el transporte de la ciudad implica más que calles y tiempos de viaje; también significa mirar a los ojos a quienes, cada día, hacen posible este movimiento. Escuchar sus historias, comprender sus situaciones y valorar su trabajo no es solo un acto justo, sino una estrategia vital para construir espacios más humanos, seguros y eficientes.

Los conductores de microbús no son piezas intercambiables en un sistema urbano. Son personas con historia, cuerpo y necesidades. Comprenderlo y actuar en consecuencia es el primer paso para transformar una red de transporte que no solo traslade personas, sino que también genere comunidad, salud y respeto.