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Un protocolo para la movilidad urbana

movilidad urbana

La movilidad urbana ha sido uno de los principales problemas que se han complicado con el paso de los años, pues el desarrollo social ha evolucionado, y con ello han llegado nuevos retos y prioridades.(García Sepúlveda, S., A. & Ramírez Viveros, A., 2023)

A nivel mundial, la movilidad urbana está evolucionando a un ritmo acelerado, sin precedentes, y sus principales impulsores son la tecnología, las nuevas políticas ambientales y los cambios en los hábitos de los usuarios. Mientras que a nivel global se exploran nuevas tendencias para el futuro de la movilidad urbana, en México seguimos luchando por cubrir los déficits de infraestructura que nos hacen padecer una movilidad ineficiente.

Hoy, las ciudades del primer mundo enfrentan nuevos retos, entre los que destacan el costo de los vehículos híbridos y eléctricos, los efectos de la movilidad híbrida en los hábitos de desplazamiento, la creciente demanda de infraestructura para vehículos eléctricos y el problema generalizado de la congestión vehicular.

Regresando a nuestra realidad, en mi participación anterior hablaba de la necesidad de repensar la movilidad urbana. Uno de los comentarios que recibí fue si existe un protocolo para gestionarla. Como lo he comentado en otras participaciones: “claro que existe”, pero reitero que se trata de una política sumamente difícil de implementar, sobre todo por la acumulación de pendientes en cuanto a infraestructura, congestionamiento, contaminación ambiental y la concientización de la población sobre la importancia de la movilidad urbana.

El autor propone un protocolo basado en su experiencia para transformar la movilidad urbana en Guadalajara, centrado en sustentabilidad, seguridad vial y equidad de género. 

Empezaré definiendo qué entiendo por protocolo.

De acuerdo con la literatura, concluyo que un protocolo es un conjunto de procedimientos que nos permitirán alcanzar un objetivo deseado. Es decir, son los pasos que debemos seguir, ya sea mediante normas jurídicas, procedimientos técnicos o conocimiento empírico. En otras palabras, un protocolo es una serie de pasos que se deben realizar de forma sistémica y ordenada.

Al hablar de un protocolo para la movilidad urbana, este se convierte en una herramienta para transformar —adecuar y construir— una ciudad sustentable, en la que las autoridades garanticen, como un derecho, la movilidad que mejore la calidad de vida de sus habitantes.

Es necesario tener claro que no existe un protocolo genérico para todas las ciudades. Esto se debe a que la situación actual de la movilidad no es similar en cada una de ellas. No solo por su superficie urbanizada, número de habitantes o tasa de motorización, sino principalmente por los rezagos que enfrentan en aspectos como la normatividad, infraestructura vial y equipamiento de transporte, entendiendo este como “todos los elementos físicos y servicios que facilitan la movilidad de personas y bienes dentro de una ciudad”.

Lo anterior me lleva a proponer un protocolo que sirva para repensar la movilidad urbana, la cual se basa en el empirismo acumulado durante mi vida profesional.

Este protocolo tiene como objetivo transformar la forma en que los tapatíos se desplazan dentro de la gran Guadalajara. Esta transformación debe anteponer los conceptos de sustentabilidad, seguridad vial y equidad de género. El proceso debe llevarnos a reducir la dependencia del vehículo privado, fomentar el uso del transporte público, la bicicleta y la caminata, así como integrar la tecnología para optimizar los sistemas de movilidad y transporte.

¿Cuál es el proceso que propongo?

Primer paso

Convocar a los diferentes sectores de la sociedad para que, de manera conjunta, determinen las fortalezas y debilidades del sistema. Es decir, realizar un análisis estratégico que defina las amenazas que enfrenta nuestra ciudad, identificando las deficiencias en infraestructura y equipamiento. Además, se deben establecer las estrategias necesarias para su actualización y ejecución. Por tanto, será indispensable definir los objetivos generales y estratégicos, así como las acciones a corto, mediano y largo plazo para su implementación.

Este primer paso nos permitirá conocer los pendientes que las autoridades tienen con la ciudad.

Segundo paso

Eliminar los faltantes identificados en el paso anterior, sean de tipo legal, educativo, de capacitación o de infraestructura. Esta etapa es sustantiva, ya que los atrasos son enormes y fácilmente comprobables al analizar la eficiencia de las vías urbanas y los servicios de transporte público. Volver eficiente la infraestructura y los sistemas de transporte demandará importantes inversiones.

Para solucionar la escasez y mala calidad de la infraestructura, se requiere un enfoque interdisciplinario, que contemple:

  • Planeación estratégica e inversión:

Debemos dar prioridad al mantenimiento de la infraestructura, buscando prolongar su vida útil.

Las reparaciones regulares son esenciales para evitar carencias futuras.

  • Visión a largo plazo:

Desarrollar un plan de infraestructura integral en dos etapas:

1. Etapa prioritaria: para atender las deficiencias detectadas en el diagnóstico.

2. Etapa futura: para anticipar las necesidades conforme a los planes de crecimiento de la ciudad, con el objetivo de consolidarla como una ciudad de movilidad eficiente.

La planeación estratégica deja claro que la prioridad es asegurar el financiamiento de ambas etapas. Para ello, se deben diseñar mecanismos como asignaciones gubernamentales, tarifas de usuario y alianzas público-privadas que garanticen los recursos suficientes para ejecutar los proyectos de infraestructura.

Los dos pasos anteriores dependen de las condiciones particulares de cada ciudad, por lo que los procesos, montos y tiempos de ejecución serán definidos a partir de los planes estratégicos.

Tercer paso

Las siguientes acciones deben aplicarse de forma general en todas las ciudades:

I. Impulsar el uso del transporte público.

II. Promover la movilidad activa (bicicleta y caminata).

III. Capacitar a los ciudadanos para un uso eficiente del vehículo particular.

IV. Implementar sistemas inteligentes de transporte (SIT).

V. Fusionar la planeación urbanacon la movilidad urbana sustentable.

VI. Garantizar la seguridad vial.

VII. Promover una movilidad con igualdad de género.

Por último, a estos siete conceptos genéricos deben añadirse los específicos de cada ciudad:

VIII. La planeación estratégica local.

IX. La actualización del equipamiento y la infraestructura.

En mi siguiente participación, me comprometo a describir los primeros siete puntos, y concluir con un diagrama general del proceso.

El protocolo se estructura en tres pasos: diagnóstico participativo, eliminación de rezagos (legales, técnicos y de infraestructura), y aplicación de acciones generales para todas las ciudades, adaptadas a sus contextos específicos.