Rosa Virginia Ocaña, profesora de la Universidad Simón Bolívar en Caracas.
Carmen Velásquez, profesora de la Universidad del Zulia
La bicicleta sirve para realizar los desplazamientos cotidianos y es considerada movilidad activa y sustentable. Las bondades del uso de las bicicletas son diversas. Para quien la usa, realiza ejercicio físico, mejora su salud física y emocional, no gasta o gasta menos para desplazarse, disminuye sus tiempos de viaje, disfruta de libertad para desplazarse. Para las ciudades donde se usan bicicletas, disminuye la contaminación por emisiones de gases invernadero y por ruido, se realiza un uso más eficiente del espacio vial, gana espacio para las personas, precisa menores inversiones públicas en infraestructura.
Actualmente nos encontramos ante una realidad mundial por causa del COVID-19, llamada “Nueva Normalidad”. En este contexto, la bicicleta emerge como un modo de transporte seguro y confiable.
Para reactivar las economías y avanzar en la nueva normalidad, los gobiernos han aplicado diversas medidas, entre las cuales destacan el confinamiento y la aplicación de la de distancia de seguridad sanitaria, una vez que se vuelve a permitir la movilización de las personas. La aplicación de distancia de seguridad es necesaria en las actividades que ocurren en las ciudades, por lo tanto, en la realización de los desplazamientos para llevar a cabo las actividades cotidianas.
Si bien es claro mantener una distancia mínima de 1,5 metros entre peatones, se necesita el espacio para cumplirlo. Esto ha conllevado a que en muchas ciudades, se hayan ampliado los espacios de aceras mediante la toma de espacio vial, colocando algún tipo de separador físico y señales.
En países como, “Francia, Italia, Reino Unido y sus vecinos, están acelerando la inversión de cientos de millones de euros en infraestructura nueva para bicicletas y estrategias para que la gente se ponga a pedalear” (New York Times, junio, 2020).
En Paris, “las personas despertaban con un nuevo carril para bicicletas justo a la puerta de su casa” (Vanguardia, 25 de junio, 2020). Actualmente, la ciudad cuenta con un amplio plan de ciclovías emergentes por toda la ciudad y sus suburbios periféricos, planes de financiamiento para la adquisición de bicicletas y ampliación del sistema público de bicicletas.
En Latinoamérica resulta un momento inmejorable para incentivar nuevos hábitos de movilidad sustentable siempre y cuando se garantice la seguridad vial, a través de medidas de infraestructura y control de velocidades.
Tal es el caso de Bogotá (Colombia), donde, desde el 25 de marzo de 2020, la Alcaldía de la ciudad, a través de la Dirección Distrital de Movilidad, comenzó a habilitar ciclovías provisionales en distintas vías de la ciudad, hasta llegar a 80 kilómetros y seis conexiones en puentes vehiculares. Los corredores habilitados se encuentran en la avenida Suba (carrera 94 hasta calle 127); calle 13 (desde Alameda El Porvenir hasta Río Bogotá); carrera Séptima (av. 1 de Mayo hasta calle 106); y la carrera 9 (calle 106 hasta 147).
Es importante denotar que Bogotá cuenta con cultura ciclista; existen 550 km de ciclovías permanentes, 190 cicloparqueaderos y miles de biciusuarios diarios, muchos de los cuales esperan que las ciclovías provisionales se mantengan en el tiempo. Bogotá ha sido tomada como ejemplo para proponer ciclovías temporales en otras ciudades del mundo.
En Ciudad de México, México, se pusieron en marcha 54 kilómetros de ciclovías emergentes, las cuales se iniciaron como temporales, pero que se han dejado en forma definitiva. Se trata de canales confinados mediante separadores fijos y señalados, usados solo para la circulación de bicicletas. Se implantaron sobre 2 importantes ejes viales: Insurgentes y Eje 4, contiguos a las líneas 1 y 2 de metrobús. Esto ha permitido un aumento significativamente mayor al 100% de los usuarios.
Allí también existe un historial en materia de bicicletas, pues cuenta con un servicio de bicicletas públicas bastante importante, llamado Ecobici que tiene 6.500 bicis y planes de ampliarlo a 10.000 para finales de 2022. Asimismo, la ciudad prevé construir a la brevedad 16 estacionamientos para bicis, adicionales a los 2 existentes y 70 kilómetros más de ciclovías.
Del mismo modo, en la ciudad de Quito (Ecuador) se han señalizado 63 kilómetros de ciclovías emergentes, mientras que en la ciudad de Lima (Perú) se están habilitando 46 kilómetros de ciclovías temporales y se construyeron aparcamientos para bicicleta.
El Gobierno Autónomo Municipal de La Paz (Bolivia), inició la implementación de una red cicloinfraestructura, con una extensión de 49 kilómetros de ciclovía emergente en su primera etapa y 29 en la segunda, planteadas en su plan integrado de la red de infraestructura para bicicletas. La primera etapa atraviesa cuatro macrodistritos de la ciudad boliviana: Centro, Cotahuma, Periférica y Sur.
Con la red de ciclovías temporales se fortalecerá el uso de la bicicleta en la zona donde se construirá la infraestructura permanente, lo cual es una victoria temprana del proyecto piloto, cuyo objetivo es llegar a tener 500 viajes diarios en bicicleta en el macro distrito Sur, un aumento de un 75%. Antes de la llegada de la pandemia, La Paz registraba un total de 2 millones 400 mil viajes diarios, siendo menos del 0.04% realizados en bicicleta.
Otro de los componentes interesantes de esta medida es que los elementos para señalizar la segregación son elaborados con materiales reciclados, tales como llantas de automóviles sujetas al suelo con tirafondos. Las autoridades de La Paz llevaron a cabo una campaña de recolección que tuvo una acogida positiva por parte de la ciudadanía.
Asimismo, se buscó la conexión intermodal con el transporte público (“La Paz Bus” y “Mi Teleférico”), mediante la instalación de estacionamientos de bicis.
La mayoría de las acciones tomadas en las ciudades latinoamericanas tienen que ver con la implantación de ciclovías, estacionamientos y medidas de seguridad vial para los ciclistas, mientras en ciudades europeas, además de éstas, también se implementaron apoyos financieros para reparación y adquisición de bicicletas.
Es evidente que ante el Covid-19, en distintas latitudes, las bondades de la movilidad en bici se han afianzado, garantizando distanciamiento social a los biciusuarios.
Todo parece indicar que la realidad post COVID-19 obligará a repensar la movilidad urbana hacia la movilidad sostenible, procurando que los desplazamientos se realicen en los modos de transporte más sostenibles.
El gran reto en cuanto a la bicicleta pasa por transformar las medidas adoptadas temporalmente por permanentes, e integrarlas con el transporte público.